Si en algo los miembros de la familia Dachary hemos creído haber servido al país y a la comunidad, lo debemos a nuestros padres y a su ejemplo eterno e imperecedero. No es una falsa afirmación.
Aquellos que lo conocieron supieron de su prioritario desvelo por la educación de la comunidad toda, y por su casi obsesiva pasión por mejorar las condiciones de vida de los más necesitados a través la superación que supone el estudio.
Para él la educación era «El» recurso de desarrollo y aún de salvación de la sociedad. Escuelas e institutos lo tuvieron siempre entre sus mentores.
Durante la época del conflicto de Malvinas supo superar la pérdida irreparable de un hijo, mi hermano, y, peor aun, las secuelas que ello dejó en el resto de la familia. Nosotros lo vimos sufrir, pero siguió siendo ejemplo de bondad, ciertamente bajo un aspecto falsamente hosco para aquellos que no lo trataban, pero también de innegable paciencia con respecto a las debilidades humanas.
Nunca lo vi renegar de sus creencias, aun cuando, en ocasiones, ello suponía obtener ventajas materiales.
Vivió una época difícil donde los beneficios eran cuestiones de sacrificio y mucho esfuerzo. Subió todos los escalafones de la Educación Pública a fuerza de mérito. Permaneció en puestos de responsabilidad, por la misma razón.
Quizás en ello estriba la razón de nuestra familia y visceral oposición a los favores indebidos. En ello, creo, lo hemos copiado sin vergüenza.
No creo recordar haber disfrutado de muchas vacaciones fuera de casa. Es cierto, en esa época no era lo más común. Pero sí tengo plena memoria de una familia que ya quisiera yo tener hoy en día. La plaza España fue su salón personal. Los vecinos recordaran aun nuestras salidas en bicicleta al puente Alvear y la playa los sauces, no sólo con nosotros, sus, hijos, sino con todo aquel que se quería sumar.
Católico, ferviente creyente con conocimiento de causa, practicante pero no falsamente visible, predicó en el ejemplo silencioso y el deber cumplido.
Soy testigo que durante largo tiempo se sacrificó con mi madre para permitir que todos sus hijos hicieran realidad sus sueños de ser profesionales útiles
Aun hoy día no llego a comprender cómo lo logró.
Fue fanático, y creo, de sus primeros socios del Club de su corazón: Estudiantes. Nos heredó dicho ‘pecado’.
La música clásica y, sobre doto, la Historia y sus libros fueron otras de sus pasiones. Las comparto.
Una enfermedad cruel e incurable lo afectó poco después de su retiro.
Cuando más meritaba el reposo y el gozo, sufrió en silencio las consecuencias de su mal.
En lo personal no fue sorpresa, fue el ejemplo que siempre me dio cuando yo mismo estuve enfermo. Me acompaño por más de un decenio en ejercicios diarios, que no tenía que realizar, pero que ejecutaba con gusto con el fin de animarme a no abandonar. Por él puedo caminar y servir hoy día.
Quiero creer que su vida no fue en vano, que dejó su marca en este mundo.
Fue hombre de sonrisa difícil, de palabras sobrias pero, doy fe, en extremo generoso. Nos quiso a todos por igual.
Nos va a hacer falta. Será difícil igualarlo.
DR. MAXIMILIANO DACHARY
Médico y Maestro en salud pública, Delegado regional de salud por América Central.
Federación internacional de la CRUZ Roja y la Media Luna Roja.
Ginebra, Suiza, 17 de octubre de 2001.
N.B.: Maximiliano nació el 25/10/1956, falleció el 16/3/2011.
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