Acto Académico de Graduación 2015

 

Palabras en ocasión de los 50 años de egresados de la primera promoción

El Profesor Heriberto María Pezzarini hizo uso de la palabra en representación de los egresados de la primera promoción de profesores del Instituto de Profesorado “Concordia”. Fue uno de los momentos más emotivos de la ceremonia desarrollada el viernes 16 de octubre del corriente.

 

El Acto Académico de Graduación 2014-2015 comenzó pasadas las 20, donde se les entregó recordatorios a los egresados de los Profesorados de Biología, Filosofía, Geografía, Historia, Lengua y Literatura, Matemática y Psicología; de los de la Tecnicatura Superior en Comunicación Social y de los Postítulos en Especialización Docente en Investigación Educativa y Profesor Superior en Ciencias Sociales.

 

Hubo tiempo, además, para homenajear a tres integrantes del personal que iniciaron su etapa de jubilación: las profesoras Silvina González, María Inés Degaudencio y María Edith Sarli. También recibieron un presente, de parte de los integrantes del Centro Ex Alumnos del Instituto de Profesorado “Concordia”.

 

Palabras Acto Cincuenta Años Egresados Primera Promoción de Profesores del Instituto de Profesorado “Concordia” –  16 de octubre de 2015

Señor Obispo Diocesado Monseñor Luis Collazuoll, señor Rector Presbítero Alfonso Frank, autoridades que lo secundan, señores profesores, profesores que egresan, familiares y alumnos de la casa. Profesores que celebran las Bodas de Plata. Queridos colegas de la primera promoción, tanto los presentes como los ausentes, especialmente aquéllos que están junto a dios.

 

Grandes son las obras del Señor. Él nutre la inteligencia y la fuerza del hombre para que se realicen. En todos los órdenes de la vida humana pone su impronta. Aquí  en Concordia, eligió a hijos suyos, como instrumentos, para llevar a cabo una gran empresa educativa y cultural que era muy necesaria; en una Concordia que se perfilaba  como referente de una amplia región de la provincia y de la vecina Corrientes. Esa empresa  fue por etapas, primero forjó en el corazón de un grupo de hombres y mujeres la sublime tarea de pensar, y a la vez soñar,  en una institución de nivel terciario que formara profesores de virtudes cristianas, de nivel y con elevada vocación docente. Que abriera las puertas a esa juventud que culminaba los estudios secundarios, ya que las posibilidades para seguir nuevos pasos, eran para pocos. Quien optaba por seguir la carrera de profesor diplomado, debía hacerlo a 260 kilómetros de Concordia. Ese grupo que, a la vez, se nutría en las enseñanzas de Santo Tomás y San Agustín, integrado, según referencias, por Luís Barnada, Hna. Delia María Espiñeira, Eva Almeida, P. Norberto Charadía, P. Pedro Boxler, Marcelo Gay y Carlos Schatz, hacía sus reuniones en el Instituto religioso del “Divino Maestro”. Allí se fue forjando esa idea eje de Dios Padre para Concordia y la región.

En la segunda etapa fue para buscar el momento oportuno y los artífices para levantar la obra, hasta ese momento en cimientos. El Espíritu Santo fue vital para elegir ese instante. Principió San Juan XXIII con la Bula de creación del Obispado de Concordia y la designación del primer Obispo en la persona de Mons. Dr. Ricardo Rösch que llegaba con el antecedente de haber fundado un Profesorado en Goya, provincia de Corrientes. Ya estaba una parte para la comprensión de esa  necesidad.  Así lo declaraba el decreto fundacional cuando resaltaba como objetivo básico, entre otros, que la concreción del establecimiento era para lograr en hombres y mujeres la “formación de la personalidad libre, trascendente y responsable, abierta a los valores más altos de la cultura”.  Completó la dupla fundadora, como Rector y organizador, el versado latinista y cura de nuestros campos, Pbro. Dr. Alfredo Meyer, dotado de un espíritu emprendedor y luchador que congenió con un Obispo impulsor y transformador. De este modo simple y humilde  surgió en Instituto de Profesorado “Concordia”, donde hombres y mujeres que creyeron en el elevado proyecto, complementaron a los fundadores para hacerlo grande.

Hubo temores e incertidumbres de que la obra se concretase. Contra esa situación luchó el incansable Rector de la alta casa de estudios. Muchos más fueron los que creyeron y confiaron porque era Dios que ponía en nuestras manos esa conquista para llevarla adelante, especialmente los colaboradores del P. Meyer, los docentes que sin pedir retribución estuvieron desde el primer día de clase volcando su saber y calidez humana, prácticamente sin faltar a las obligaciones y, también, los primeros alumnos agradecidos y alegres porque se les daba una oportunidad para su vocación docente, soñada desde la niñez.

La tenacidad del conductor de esta realidad encontró el lugar físico para que funcionen las tres carreras iniciales: Filosofía, Pedagogía y Latín, Literatura, Castellano y Latín e Historia y Latín. Fue primero en aulas del Instituto “Ntra. Sra. de los Ángeles” de los Padres Capuchinos y luego la Escuela N° 1” Vélez Sársfield” y, unos años después, al actual edificio que estaba en plena construcción, especialmente gracias a la gran ayuda de la institución alemana Adveniat lograda por la intervención de Mons. Rösch.

 Por ser los primeros alumnos, podríamos narrar muchas anécdotas del desarrollo de los años fundantes, pero sí, el testimonio de las grandes dificultades del inicio que no pudieron vencer al  trabajo fecundo y sacrificado de los conductores que se sostuvieron con la oración y el apoyo de muchas almas buenas.

Hoy hemos venido aquí con las alforjas cargadas de agradecimientos y satisfacciones por tanta enseñanza de valores permanentes cuyos frutos los hemos vivido, y a la vez transmitidos, durante los largos años de docencia, aun en lugares muy lejanos.  Logramos semillas de ese árbol de la educación y cultura que nació en 1962 las que, a la vez, fueron sembradas en muchos corazones jóvenes que se prestaron cual fértil tierra.

Las gracias serán permanentes de los que hoy estamos aquí, de los ausentes por fundadas razones y de los profesores  Gloria Blanc, Gloria Morabes, Teresa Blasco, Eduardo Brignardello, Osiris Burna,  Celia Degl’ Inocenti, Angélica Sarriegui,  Élida Hereñú , Marta Percodani,  María del Rosario Russo y Katef Seineldín, hoy todos junto al Padre en el Cielo y desde allí asociados a este acontecimiento. Decimos gracias permanentes, para nuestro primer Obispo Mons. Dr. Ricardo Rösch, para el Pbro. Dr. Alfredo Meyer, D. Jorge Alberto Inchauspe- primer Secretario- , Rubén Addy- primer Representante  Legal-, los primeros profesores María E. R. de Muñoa, Nelda Fernández, Pbro. Luís Melchiori, Celestino Toller, Frank Dachary, Edgar Poenitz, Irma Segovia,  Josefa Buffa, Jorge Ríos y Pbro. Alfredo Meyer y las primeras Bedeles  Amalia S. de Cabanius y Mafalda M. de Giani. Agregamos el apuntalamiento y el dictado de clases especiales por parte de entusiastas colaboradores,  entre otros los doctores, Federico Scharn y Horacio Scattini.

A quienes hoy continúan con el noble apostolado de enseñar y formar, les decimos que conserven  la memoria de los protagonistas iniciales, la renueven institucionalmente, porque son los guías  que siguen alumbrando la obra. Olvidarlos sería perder las raíces de lo que gozamos en este siglo XXI.

Concluimos con los que nos dice el ECLESIASTICO: “…Bendigan al Señor por todas sus obras; reconozcan que su Nombre es grande; denle gracias, proclamando su alabanza; con cantos en los labios y con arpas; y digan en la acción de gracias: QUE HERMOSAS SON TODAS LAS OBRAS DEL  SEÑOR…”

                                                                                                         

Prof. Heriberto M. Pezzarini

Deja un comentario