Nos congratulamos en este Acto de colación de Grados con los promovidos como comunicadores sociales y docentes. Y felicitamos también a los egresados que cumplen sus aniversarios y a las recientemente jubiladas, que al estar presentes, desean revivir seguramente agradables recuerdos.
Una palabra, ante todo, a los comunicadores, cuya profesión está signada hoy por el incontenible desarrollo tecnológico, que para bien y para mal, abre posibilidades impensadas para la comunicación.
Hace un tiempo atrás la comunicación se daba más bien en un solo sentido, del comunicador a los oyentes o televidentes. El Cardenal Martini, por ejemplo, siendo arzobispo de Milán, en la época de la televisión por aire, comienza su carta pastoral del año 1990, dedicada precisamente a la comunicación, con la siguiente imagen: “subí a la torre de mi iglesia y vi sobre los techos de las casas un sinnúmero de antenas, como manos tendidas al aire esperando un mensaje”. Hoy ya no existen esas antenas sobre nuestras casas, pero hay una intrincada red invisible donde se entrecruzan millones de mensajes sin parar. Pero un mayor contacto no significa necesariamente mayor humanización. El Papa Francisco subraya este aspecto en el mensaje con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Él prefiere – dice – hablar de comunicación en “términos de proximidad”. No basta estar conectados, es preciso sentirnos próximos en una cultura del encuentro.