El 12 de octubre de aquel lejano 1492, en el silencio de una ignota playa indígena de la actual Centroamérica y con miradas de asombro, de una y otra parte, se producía el sorprendido encuentro de dos mundos.
Los sueños de Cristóbal Colón se hacían realidad y aparecía radiante y misterioso un nuevo mundo. De aquel sueño visionario que había alentado la insólita empresa del genial marino surgía un continente desconocido y virgen. Y entonces, por primera vez, se escucharon en el suelo de las tierras que serían llamadas Indias Occidentales las voces portadoras de una lengua desconocida, de una joven lengua que llegaba para nombrar con su acento y su prestancia a estas tierras que allí brotaban en el vaivén de las inquietas aguas del inmenso océano. Esa naturaleza espléndida se incorporaba al ritmo de los tiempos venideros a una cultura que iría cimentando y expresando los hechos humanos con valores mixtos.
AMÉRICA SE HIZO HISPANA, sobre todo por la POTENCIA Y EL DINAMISMO DE LA LENGUA DE LOS RECIÉN LLEGADOS. La lengua es el más significativo elemento de comunicación y transmisor de la cultura. Es ese sutil, pero firme, vínculo que nos permite salir de nuestra interioridad y tender un puente de entendimiento con el prójimo. Socialmente es uno de los símbolos de la cultura de una nación.
Poco a poco, el dialecto del reino de Castilla había cubierto todo el territorio peninsular hispano y fue asumida como la lengua española. Fue considerada como la lengua que identificaba a toda una nación en el contexto de las demás naciones europeas y del mundo. Ya no sería considerada como un simple dialecto al nivel de los otros dialectos españoles. Con el descubrimiento de las indias occidentales se dio un paso al frente para ingresar a lo que se denominó más tarde globalización. El mundo asistió a la difusión de una de las más ricas y formidables culturas, la cultura hispana, con toda la carga de herencia que lleva de la impronta clásica, es decir, la grecorromana.
Un gran número de las voces de nuestro idioma reconoce, además de su proceder latino, un origen griego. Esa particularidad descubre cuán rica es la lengua hispana. No se expresa mediante siglas, sino con términos semánticamente cargados. Nos entregan, en su expresión, toda la sustancia de las cosas nominadas.
De aquel primitivo y decidido encuentro de 1492 emergió una comunidad de unas veinte naciones que reconocen como propia la lengua de Castilla. Han engendrado como auténtica una cultura que se fue forjando con el aporte múltiple de las diversas culturas indígenas asentadas en el solar americano y se asocian al elemento español, presente de norte a sur en este hemisferio. Se ha hablado y se sigue hablando del siglo de las comunicaciones, pero asistimos atónitos a la división, a veces feroz, entre los pueblos, en las constantes luchas entre distintas comunidades humanas, que con frecuencia buscan la aniquilación de otras concentraciones étnicas y también de culturas enteras.
En estos días en que se recuerda la llegada de Colón a América, sepamos apreciar el valor profundo de la lengua que debe hermanar a los pueblos de esta porción de nuestro planeta.
El español, la lengua española es fuerte, es la segunda o tercera lengua en importancia a nivel universal y crece por encima de las apariencias. El mismo Colón no pudo soñar con esta radiante realidad, en el contexto lingüístico, en una proyección temporal tan grande. Un continente se abraza con la madre patria a través del vínculo admirable que es la lengua.
Los gritos de guerra y el estruendo de las armas han dejado ecos tristes de la presencia española en toda la geografía americana, pero las voces que acusaron el nacimiento de tantos pueblos para una civilización que nos hermana, esas voces calaron hondo en el alma misma de América.
América toda se hermana a través de los firmes lazos de las dulces voces de su idioma compartido, rico en matices y expresivo como pocos. América entera aprendió a decir ‘padre’ y ‘madre’ (‘papá’ y ‘mamá’) en castellano, nominando a la familia. Los pueblos se unieron en la expresión de la fe; la piedad religiosa nos enseñó a tender la mano como un gesto solidario de ayuda y a llamar hermano a quien nos acompaña. Llegó a estas tierras el nombre de María y nos hace fuertes en nuestras convicciones religiosas.
Hoy, instalados ya en un nuevo milenio, recobremos comunitariamente el acento genuino de nuestros idiomas, tomemos lo positivo que nos legara del espíritu hispano y redescubramos nuestra identidad americana que se expresa en lengua hispana. SEAMOS VOCES AUTÉNTICAS, NO ECOS VACÍOS. No hablemos de despojos y errores que otros cometieron ni despertemos el odio y el rencor que secan las almas. La hazaña de Colón se seguirá recordando a través de los años.
La voz de América con el acento plural de sus millones de habitantes nos convoca a jugarnos por un orden nuevo. Somos herederos de una lengua bellísima. Demos una cuota de reconocimiento al navegante que, entre muchos sueños, nos acercó una lengua que nos compromete y nos permite expresarnos con dignidad de hombres libres y amantes de la belleza lingüística que nos hermana.
Prof. CARLOS E. PRALONG
(Promoción 1973, profesorado de Castellano, Literatura y Latín. Instituto de Profesorado Concordia)