Nuestro espíritu humanístico

A continuación, se comparten las palabras del Presbítero Alfonso Frank, rector del Instituto de Profesorado “Concordia”, en ocasión del Acto Académico del Jubileo de nuestra institución.

Quisiera referirme, en breves palabras, a un aspecto nuclear de nuestra Institución, remontándome a la intención de su fundador, Mons. Ricardo Rösch. Sabemos que quiso una institución abierta a todos, sin distinción de credo o condición social. Y quiso asimismo que tuviese un carácter humanista, tal como consta en el decreto de creación: “Darle el carácter humanístico con la enseñanza del Latín y Literatura latina en todos los Departamentos, y otorgar al final de la carrera el título académico de Profesor de Latín conjuntamente con el de la asignatura respectiva”. A los cinco años de la fundación del Instituto de Profesorado “Concordia”, en marzo de 1967, se abrió el Bachillerato Humanista Moderno, donde se imparte la enseñanza del latín y griego clásicos. El primer rector del Instituto de Profesorado fue el Pbro. Alfredo Meyer, un latinista que realizó incluso una traducción dela Eneida de Virgilio y de las Odas de Horacio. Fue él también quien hizo colocar en las paredes en construcción de este edificio, un cartel con una frase del Libro I dela Eneida: “O fortunati, quorum iam moenia surgunt”: “Felices aquellos que ven levantarse ya las murallas”. La fotografía que lo atestigua es una invitación perenne a mantener vigente esta consigna. No se trata obviamente de una restauración. No pretendemos incluir el latín en los planes de las carreras, pero no porque sería un lujo inútil.

Lo cierto es que la cultura clásica está hoy en día en penumbras, en gran parte porque no se ve porqué se deba invertir dinero en algo que no sirve a los fines prácticos de la ciencia aplicada, de la economía o de intereses de corto plazo. Pero por otra parte hay voces que abogan por un retorno a la propuesta humanista, por ejemplo en palabras del historiador inglés Alan Bullock: “Los estudios humanísticos – afirma – deben permanecer como una parte esencial de nuestra formación cultural y de nuestras vidas, entre otras razones, porque responden a la necesidad de encontrar sentido a la vida y al ansia de identidad individual que siente el hombre hoy no menos que en el pasado” (Citado por Joaquín J. Alarcón, Universidad de Murcia).

Asimismo, en lo que respecta a nuestro país, el Licenciado Pablo María Baeck presentó en el 2009 su tesis para la Licenciatura en Organización y Gestión Educativa, en la Universidad Austral, con el título: “El Bachillerato Humanístico Clásico, ¿Puede hoy reclamar el derecho a la existencia en la Argentina?”. En la Introducciónal trabajo hace la siguiente aseveración: “Hay muchas publicaciones, trabajos presentados en congresos y artículos, tanto en Internet como en diarios, sobre las ventajas educativas que en ciertos aspectos lleva consigo la enseñanza del latín o del griego, sobre el poder formativo de los clásicos o sobre el problema de la falta de formación humanística universitaria.” De modo que parece que todavía hay brasas bajo las cenizas.

Para Cicerón la “humanitas” es el arte por el cual se llega a ser una persona cultivada en los valores humanos fundamentales. De allí que el curriculum, en su desarrollo, se haya organizado en dos grandes departamentos: el de formación general, que comprendía el arte de la palabra y del pensamiento (el trívium: la gramática, la retórica y la dialéctica) y el de las especialidades (el quadrivium: aritmética, geometría, astrología, música).

Según la concepción humanista, todos los saberes se relacionan entre sí y configuran a la persona culta. Pero la formación general básica tiene un valor especial, porque subyace a todo. Cicerón lo dice de esta manera en su defensa del poeta Arquías: “Pues las demás (las especialidades) no son propias de todos los tiempos ni edades ni lugares; estos estudios (los humanísticos) alimentan la adolescencia, deleitan la vejez, adornan los hechos favorables, proporcionan en los adversos refugio y solaz, deleitan en casa, no estorban fuera, pernoctan con nosotros, peregrinan, viven en el campo” (Traducción: http://perso.wanadoo.es/).

No se orientan a un fin práctico, brindan, sin embargo, la utilidad mayor al bucear en la existencia humana y capacitar para pensar con fundamento, saber comunicarse con verdad y vivir con entereza y justicia en la sociedad.

La utilidad de la formación humanista es palpable al constatar que, por ejemplo, el entender, argumentar y distinguir con claridad, expresados con fluidez del discurso, se valoró mucho en una época como factor de paz social, porque estimuló la capacidad de dirimir desavenencias sin llegar a las manos, observa Achatz von Müller, profesor de Historia enla Universidad de Basilea (Die Zeit, 03/2004).

Pero más allá de esto,la Humanidades suponen una reflexión constante sobre la condición humana en la línea del “conócete a ti mismo” délfico. Las tragedias griegas, por no mencionar más que estos ejemplos de la vasta literatura clásica, son un espejo en el que individuos y pueblos pueden verse reflejados y comprenderse en la complejidad de nuestra existencia.

Es urgente, por lo tanto, que el espíritu de las Humanidades se traduzca en un proyecto concreto, con una cierta presencia en la vida académica, y no debería ser un mero sueño la creación de un centro para el cultivo y la difusión de la cultura clásica.

Es de auspiciar, entonces, que quienes formamos la Comunidad Educativa de este Instituto seamos capaces de estar a la altura de la hora, con confianza, y bajo el impulso de Virgilio, que en la placa que hemos descubierto como recordatorio de este Jubileo, nos alienta: “Sed iam age, carpe viam et susceptum perfice munus: “Sigue adelante tu camino y cumple con la obligación asumida”. (Eneida VI, 629).

Muchas gracias.

 

(Alfonso Frank, Rector, Palabras en el Acto Académico con motivo del Jubileo del Instituto de Profesorado “Concordia”, 30 de agosto de 2012).

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